miércoles, 21 de mayo de 2008

PASION POR EL DISCURSO


Si no amas el lugar,
A la gente,
Y si no te comprometes con toda tu pasión
A entregarte por amor,
No se logra lo mejor.
(Daniel Prieto Castillo, Marzo 2007)

Un texto muy sencillo, breve y perfectamente aplicable hacia nosotros; los aprendices de comunicadores; un texto muy directo personalmente, o por lo menos un texto el cual sentí dirigido hacia mi.


Lo primero que me viene a la mente es una de las frases ahí situadas: “Quién no sabe adonde va, es posible que no llegue”. Curiosa como esta cuestión que si bien surca las mentes de los padres al preocuparse por el camino que sus vástagos han de seguir, muchas veces no se plantea tan a menudo en la mente de las personas adultas, quienes tienden a pensar que sus caminos ya están trazados y que su existencia está limitada a sacar adelante el “día a día” de sus vidas.

Hoy puedo detenerme gracias a textos como este que me hacen reflexionar una cuestión importante, ¿Es realmente lo que estoy estudiando, por lo que estoy esforzándome, aquello por lo que en un futuro agradeceré poder llevar a cabo? O es simplemente otra ocupación momentánea, otra etapa de la vida con la que se supone debo cumplir por que así me lo ha marcado la sociedad, mi familia, en fin, LOS DEMÁS.


Cabe destacar la importancia de dejarnos llevar por “el discurso”, entendiéndolo, no como simples escritos o manifestaciones orales, sino como aquella forma de compartir nuestra voz con el mundo externo, ese mundo que fuera de nosotros nunca frena su ritmo, por más que queramos, por más que intentemos. No hay que dejarnos llevar por aquellos malos docentes y mucho menos dejarnos aplastar por aquellos que ni siquiera deberían estar en la clasificación anterior.


Hay que tratar en cada oportunidad que se tenga (y por lo general las oportunidades de usar el discurso están siempre presentes y son siempre infinitas) de vivir la palabra, y hacerla un ente creativo, que no sólo sirva para comunicar fríamente sino que exprese todas las tonalidades de la mente de donde proviene, y me atrevo a plasmar aquí una de mis conclusiones: si el discurso por si mismo no te causa pasión, como lo es mi caso, la clave es que aquello transmitido a través del discurso debe apasionarte mil veces más, pues sólo así se puede equilibrar la balanza y poco a poco el discurso irá floreciendo por sí sólo dentro de ti, sin forzarlo, sin abandonarlo pero sobre todo sin dejar de lado u abandonar su constante práctica.