jueves, 24 de abril de 2008

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A veces cierro los ojos y espero que el viento me guíe.

Dejo de preguntar y cojo de la mano a la casualidad,
para encontrar rincones en el mundo, en mí mundo, que creía no existir,
para andar hacia un nuevo destino, uno que no viene en los mapas.

Porque la razón a veces se pierde y te conduce por laberintos de nieve y espinas.

Ella es la que a veces te grita que no saltes, pero sólo saltando puedes saber si mereció la pena.

Me dedicaré a poner a mi timón un rumbo y me dejaré llevar por la dulce brisa del viento.